Más allá de las palabras

24 julio 2007

Dos años

DUBLÍN
Hoy, día veinticuatro de Julio de dos mil siete, a las seis de la tarde aproximadamente, se han cumplido dos años del fin de mi viaje a Dublín. Aun así, lo recuerdo como si todavía lo estuviera viviendo; como si Dios hubiera apretado el botón de pausa de su mando a distancia que controla nuestras vidas y todo se hubiera quedado anclado en aquellas tres semanas del verano de dos mil cinco. Una lástima que no exista tal mando a distancia y una lástima, también, que no exista tal Dios con tales poderes sobre el tiempo.
Cuando subí, solo, al avión aquí en Madrid no podía imaginarme cuan importante serían los días que estaban por llegar y mucho menos podía sospechar que todo aquello me cambiaría, si no por completo, sí en gran medida; tanto que puedo afirmar que mi vida sin ese viaje tendría menos sentido del que ahora tiene.
El hecho es que todo ello ya pasó, porque siendo honestos con nosotros mismos, todo lo que surca nuestros pensamientos tiene su base en el pasado, en ideas, sucesos, sensaciones o personas añejas. Motivo éste que no puede negar que aquello que nació equis años atrás puede seguir vivo en la actualidad, sirva como ejemplo la experiencia de este viaje, que me enseñó lecciones (pasado) que podré tener en cuenta toda la vida (presente y futuro), que también me hizo sentir, por primera vez, responsable único de mi vida; sin una mano familiar o conocida que estuviera a mi lado, y gracias al cual, sin embargo, pude entender por primera vez lo que significa verdaderamente la amistad. Porque yo fui solo.
Llegué a un país extranjero, con un conocimiento nulo sobre las personas que habrían de rodearme, con una sensación de indefensión que, contra lo que pueda parecer, me provocaba una excitación extraña; el saber que por primera vez era dueño de una libertad que no había podido ejercer durante quince años me daba esa dosis de inhibición que tanto necesitaba para integrarme en un grupo de personas con las que sólo compartiría tres semanas, pero que durante esos veintiún días podrían convertirse en mi mejor sueño o mi peor pesadilla. Qué satisfacción comprobar, que la balanza cayó de inmediato hacia esa primera opción. Aunque, usando un símil gastronómico muy castellano, cuando mezclas unas buenas patatas, unos buenos huevos, una buena cebolla y un buen aceite, la tortilla, se quiera o no, será un éxito. Lo mismo ocurrió en Dublín.


MARTA
Pero hoy, día veinticuatro de Julio de dos mil siete también se cumplían dos años del final de la experiencia más cercana al misticismo que jamás haya tenido, y que quizá, tenga jamás. Cuando escribo la palabra misticismo no me dejo llevar a la vertiente religiosa del término – que lógica e indudablemente la tiene – sino al lugar más terrenal posible, porque, al menos para los que no somos creyentes, el mayor amor no lo hallamos en el cielo sino en nuestros iguales que habitan la Tierra.
Sin embargo mi misticismo hacia Marta esta justificado pues durante varios meses después de nuestra inevitable separación, no pude hacer otra cosa más que hacerla ascender a unos altares divinos que sólo existían en mi torpe imaginación.
Si endiosarla fue un fallo, me temo que podría estar repitiéndolo eternamente sin atisbo de cansancio. No existen palabras que puedan acercarse siquiera al sentimiento de ser esclavo de quien, sin saberlo, se había convertido en el eje fundamental de mi vida. Quizás fuera eso precisamente, el hecho de haber estado amando en clandestinidad lo que dejó una huella a fuego en ese lugar donde se consumen los amores esporádicos y quedan guardados para siempre los platónicos. Sí, hablo de ese extraño sitio llamado corazón.

-Borja, 24 de Julio de 2007

1 comentarios:

  • ¿No te haría ilusión que ella lo leyera? ¿Que ella supiera la "locura" que ibas a hacer? ¿Que ella supiera cuánto la "quisiste"*...?


    * "Quisiste": Dicen que el primer amor NUNCA se olvida...



    Y lo creo.


    MuAk!

    De Anonymous Anónimo, A las 28/7/07 15:15  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]



<< Inicio