Más allá de las palabras

18 agosto 2007

1984. Fragmentos.



1.- La atrajo hacia sí, de modo que quedaron de rodillas frente a frente.
- Oye, cuantos más hombres hayas tenido más te quiero yo. ¿Lo comprendes?
- Sí, perfectamente.
- Odio la pureza, odio la bondad. No quiero que exista ninguna virtud en ninguna parte. Quiero que todo el mundo esté corrompido hasta los huesos.
– Pues bien, debo irte bien, cariño. Estoy corrompida hasta los huesos.
- ¿Te gusta hacer esto? No quiero decir simplemente yo, me refiero a la cosa en sí.
– Lo adoro.

Esto era sobre todas las cosas lo que quería oír. No simplemente el amor por una persona sino el instinto animal, el simple indiferenciado deseo. Ésta era la fuerza que destruiría al Partido. La empujó contra la hierba entre las campanillas azules. Esta vez no hubo dificultad.



2.-
En cierto modo, Julia era menos susceptible que Winston a la propaganda del Partido. Una vez se refirió él a la guerra contra Eurasia y se quedó asombrado cuando ella, sin concederle importancia a la cosa, dio por cierto que no había tal guerra. Casi con toda seguridad, las bombas cohete que caían diariamente sobre Londres eran lanzadas por el mismo Gobierno de Oceanía sólo para que la gente estuviera siempre asustada. A Winston nunca se le había ocurrido esto.



3.-
¿Estáis dispuestos a dar vuestras vidas?
– Sí.
- ¿Estáis dispuestos a cometer asesinatos?
– Sí.
- ¿A cometer actos de sabotaje que puedan causar la muerte de centenares de personas inocentes?
– Sí.
- ¿A vender vuestro país a las potencias extranjeras?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos a hacer trampas, a falsificar, a hacer chantaje, a corromper a los niños, a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, a extender enfermedades venéreas... a hacer todo lo que pueda causar desmoralización y debilitar el poder del Partido?
– Sí.
– Si, por ejemplo, sirviera de algún modo a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la cara de un niño, ¿estarías dispuestos a hacerlo?
–Sí.
- ¿Estáis dispuestos a perder vuestra identidad y a vivir el resto de vuestras vidas como camareros, cargadores de puerto, etc.?
– Sí.
- ¿Estáis dispuestos a suicidaros si os lo ordenamos y en el momento en el que os lo ordenásemos?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos, los dos, a separaros y no volveros a ver nunca?
- No—
interrumpió Julia.



4.-
En un mundo en que todos trabajaran pocas horas, tuvieran bastante que comer, vivieran en casas cómodas e higiénicas, con cuarto de baño, calefacción y refrigeración, y poseyera cada uno un auto o quizás un aeroplano, habría desaparecido la forma más obvia e hiriente de desigualdad. Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en que la riqueza no, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la práctica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por si mismos; y si empezaran a reflexionar, se darían cuenta más pronto o más tarde que la minoría privilegiada no tenía derecho alguno a imponerse a los demás y acabarían barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible basándose en la pobreza y en la ignorancia.



5.- Ahora te diré la respuesta a mi pregunta. Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes e hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?



1984, de George Orwell.

1 comentarios:

  • Me ha encatado!

    Por cierto, ¿has leido "Politics and the English Language" también de Orwell?

    Joder! Esta ciudad es un bajón a finales de agosto!

    De Anonymous Anónimo, A las 24/8/07 01:50  

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