Más allá de las palabras

28 febrero 2007

Cuando la luz ilumina sus ojos

When you´re too in love to let it go
But if you never try you´ll never know

Dunia es una chica normal. Estudiante y quinceañera. Su vida nunca ha sido un camino sembrado de espinos, quizás aún no ha empezado a vivir. Sus cabellos se funden con el color del atardecer, queriendo mostrar un brillo dorado. Sus ojos oscurecen un rostro en el que ha hecho mella la tristeza y traspasan la más dura de las armaduras. Recuerdo haberlos visto en alguna ocasión; fijos, clavados en mis pupilas, agrediendo mi orgullo. Anda con una desgana adquirida, víctima de una rutina que la golpea a cada paso que da sobre un suelo de mármol frío.
Guarda todo lo malo en un hueco íntimo de su cuerpo, sólo deja que salgan algunas breves sonrisas que pronto se apagan al contacto con la realidad en la que vive.

Sin embargo su historia, no se reduce a lo superficial del físico o a lo inmaterial del sentimiento. Va más allá. Más allá de mis palabras.
Era una tarde de Febrero. Fría, muy fría aunque luminosa y sonriente. ¿Una tarde sonriente? Todas lo pueden ser cuando ella las ilumina dejando ver el leve esmalte de sus dientes, la piel estirándose suavemente hasta dibujar dos hoyuelos a ambos lados de su boca y los ojos borrando por un momento el gesto de tristeza crónica que los caracterizan.

Como iba diciendo, la tarde sonreía. Dunia caminaba avenida abajo, envuelta en un abrigo caro, con las manos hundidas en los bolsillos y la parte inferior del rostro tapada por una bufanda rosácea y ligeramente desgastada. El viento gélido ayudaba a los mechones rebeldes que querían buscar una sensación de libertad, a buscar cada cual, su nuevo camino.
La ancha avenida se asemejaba a un desierto en formación, con el contraste de la temperatura invertida y la arena sustituida por asfalto. Los oasis no existían.

Atardecía y Dunia quería ser testigo privilegiado de un momento, que por normal y habitual, dejaba ya de ser mágico y místico. Un atardecer es un privilegio del que sólo se puede disfrutar cada veinticuatro interminables horas, y eso siempre y cuando, las nubes de turno lo respeten.
El final de aquella avenida lo marcaba un viejo puente de piedra gris que cruzaba a su vez otra calzada mucho más transitada que la anterior; una arteria circulatoria, si quisiéramos asemejar (a duras penas lo conseguiríamos) el alquitrán de las calles con la sangre de nuestras venas.

Allí se sentó. Dejó los pies colgando y apoyando su espalda sobre unas barandillas oxidadas, cerró los ojos y el viento dejó de herir su rostro. Sólo cuando sintió un alma solitaria aproximándose, volvió a abrirlos y sin perder la entereza dijo:

- Siéntate, te llevo esperando.
- ¿Cuánto?
- Toda la vida.

Y allí, con el sol muriendo en el fondo, aquellos dos adolescentes sintieron por primera vez, la cosquillas de un amor recién creado.

-Borja

4 comentarios:

  • ¿Me he perdido algo?

    De Anonymous Anónimo, A las 1/3/07 16:12  

  • No, sólo unos huecos en blanco que demuestran que no sabes leer más allá de las palabras... por lo demás, todo huele bieeen, yo lo que quería era seguir soñando, con mujeres desnudas que van al trabajo en autobuses rojos... :D

    -Borja

    De Blogger Borja, A las 1/3/07 16:48  

  • los huequitos blancosssss, los huequitos blancosssss, se podrían llenaaaar, se podrían llenaar, los huequitos blancos el principioo del finaal... (esto último no es por nada, es que pega jaja).
    Marmoto, mmmm, no tienes remedio! Un besote no grande, GRANDÍSIMO!

    De Blogger ChicaJazmin, A las 2/3/07 14:48  

  • me infravaloras...ya leí más allá de las palabras y ahora espero una explicación...

    De Anonymous Anónimo, A las 5/3/07 21:33  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]



<< Inicio