Más allá de las palabras

01 febrero 2007

Jueves 1 de Febrero. Hoy se cumple una semana de mi muerte y la espada sigue clavada. Ya he perdido toda mi sangre pero aun respiro, me hago fuerte, ella me hace fuerte, sus ojos me hacen fuerte, tenerla cerca. Simplemente me hace. Soy fuerte.
He bajado la calle con prisa, con un movimiento de piernas cercano a la rapidez. Sabía que ella iba delante, lejos. La veía, la gritaba desde mi silenciosa indefensión que bajara el ritmo, que parase, que me esperara sólo ese ratito. Pero ella seguía. Esta vez el esfuerzo me tocaba a mí.
Mi marcha se hacía más angustiosa, más nerviosa, menos paciente, menos conformista, igualmente decidido a coincidir con ella en el autobús, justamente como una semana atrás. Sin hablarla, sólo sintiéndola cerca y buscando cualquier excusa para mirarla a los ojos.

He tenido que correr para alcanzar el autobús, y casi lo pierdo. Casi como a mi vida. Ella no espera, acelera, se estaciona un momento en la parada y sigue camino. Si uno cree en lo que hace, es capaz de lograr lo que se proponga: alcanzar un autobús o hacer de la vida algo más. Yo he corrido tras muchos autobuses, tras muchas vidas... y aun sigo. ¿Rendirse? Pensamos en tirar la toalla en momentos de oscuridad, pero no nos damos cuenta que el autobús no espera. Pasa y no espera.

Y allí he entrado. En ese lugar que ya se me convierte en familiar, con esa persona que ya casi es razón de ser, con esas sensaciones que acuden en avalancha y que por ser tantas, no son capaces de atravesar las puertas que son mis labios y emitir sonido alguno.
Ella se ha sentado en la última fila del autobús. Es un sitio que me gusta, desde allí lo puedes ver todo, controlar y palpar el ambiente. No me he atrevido a invadir su intimidad y colocarme junto a ella, pero la he mirado y la he susurrado en silencio: “perdóname, pero aun tengo miedo de quererte demasiado”
He dejado mi mochila, mi abrigo y mi pañuelo en la fila de asientos justamente posterior a donde ella se encontraba y me he sentado.No quería mirar hacia el frente, prefería sentir algo. He apoyado mi espalda contra el cristal, he doblado mis piernas y mi cabeza se ha colocado perpendicular a la suya, coincidiendo en la mirada perdida.

Hoy he estado a su lado y he notado como, cuanto más nos acercamos, más miedo nos da cruzar unas inocentes miradas de complicidad. Hace una semana nos separaban filas de asientos, algunas personas ajenas y ella se quedó mirándome fijamente. Hoy he estado a su lado y las ganas eran extremas, pero a pesar de ello, sólo conseguía levantar mi vista cuando disimulaba pasar de página al libro al que, falsamente, prestaba atención. En realidad me daba igual la prosa, la narración, las palabras. Lo que yo quería eran miradas, sus miradas, su mirada, sólo una...

Dicen que la espera merece la pena. Tenía que bajarme y he pulsado el interruptor que hace iluminar el cartel fluorescente de “parada solicitada”. Yo la he mirado, ella se ha dado cuenta, lo sé. El gesto serio se ha borrado de su cara dejando paso a una leve sonrisa, sin mirarme, queriéndome mirar, sonriendo, sonrisa maliciosa, dulce, con veneno, invencible, su sonrisa también es invencible, no se puede soportar, te mata, me mata.

Y me he levantado, con resignación de no haber podido compartir un instante mirándonos, he caminado hacia la puerta trasera del autobús mientras éste giraba.
Ligeramente cabizbajo, enrollando el pañuelo en mi cuello, apaciguando unas sensaciones ansiosas por ver la luz.

Las puertas se han abierto, mi esperanza comenzaba a perderse, mi ilusión se quedaba allí dentro, la única solución era arriesgarse. Darme la vuelta y mirar. Comprobar si aquella paranoia que vive en mí desde hace siete días tenía sentido. Era la eterna cuestión del “ahora o nunca”. Hoy ha tocado ahora.

He dejado caer una lívida mirada sobre la última fila del autobús, buscando sus ojos. Allí estaban. Intuyo que desde que me he levantado han estado fijados en mí, lo ignoro pero lo imagino. Imagino también que ella no esperaba mis ojos de nuevo fijos sobre los suyos, o quizás sí, y por eso la magia ha vuelto. Un instante, en un instante mi mirada quedaba libre y mi cuerpo dejaba volar la pasión, la vida, la atracción, la tensión acumulada, las ganas de que fuese mía durante un segundo.

Las sensaciones, no por repetirse, son menos intensas. Es más, según pasa el tiempo, voy advirtiendo como la felicidad, cuanto más se adquiere más de ella se quiere.
Supongo que lo mismo me ocurre con ella, la chica del autobús, la niña que dejó de serlo, la adolescente que algún día podrá saber que sus ojos, sólo sus ojos y toda la magia que vive en ellos, me ha conseguido hacer soñar y comenzar a jugar al escondite con mis miedos.

-Borja

1 comentarios:

  • Si de verdad es importante para ti no pierdas esa ilusión... estas entradas son tan sentidas... tan emocionantes... no te voy a decir bonitas, porque sé que lo sabes... pero sí te voy a decir que tienes el poder de escribir cosas con vida propia, que hacen vivir, que hacen ponerte delante de una pantalla, en la que tú haces ver todo lo que sientes, lo que siente la gente, lo que escribes...
    No pierdas, si puedes y quieres, un "juego" así! porque gana a la monotonía de la vida... te ayuda a ganar :D. Por una vez, no, mejor, nunca pienses (hablando de pesimismo), no seas racional (:S sin pasarse :P), vive e ilusiónate... que si te caes nosotros estamos aquí... y sí, el guantazo es enorme, pero la experiencia es inmensa...
    Sólo me queda decirte... que han sido tres entradas alucinantes, y que nunca dejes de escribir! porque haces soñar ;).
    Marmotito, eres un murmutu. :S.
    Besitossssssssssss [bebe*]
    *aLbiTa

    De Blogger ChicaJazmin, A las 9/2/07 21:37  

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