Más allá de las palabras

30 agosto 2007

Ya nos conocemos

Si queremos conocer la verdadera identidad de una sociedad hemos de hurgar en sus heridas más recientes.
El pasado día veintiocho de agosto fallecía en Madrid el escritor Francisco Umbral, de madrugada, y horas más tarde, en Sevilla terminaba la agonía de un futbolista, Antonio Puerta, que había permanecido desde el sábado anterior luchando por no morirse.
Ese mismo día, al atardecer, un obrero moría en Madrid víctima de un aplastamiento por parte de un ascensor. Se llamaba Marian Cojocea, era rumano y tenía cuarenta y nueve años. Los telediarios sólo han tenido unas pequeñas “cápsulas informativas” de apenas minuto y medio para tratar su muerte.
Un día después un hombre, David, mataba, también en la capital, a su ex novia, Mónica, mientras ella paseaba a sus perros en un descampado de Fuencarral.
También el día veintinueve de agosto de dos mil siete fallecía un obrero en Martorell al quedar sepultado bajo tres mil kilos de cable en las obras del AVE.
Un suma y sigue, porqué no decirlo.

¿Por qué tanto bombo y tanta repercusión en la muerte de un futbolista? ¿Por qué, a su vez, tan poca atención en el fallecimiento de un escritor fundamental de nuestra historia reciente? ¿Qué pasa con Marian, y con Mónica, y con ese obrero de Martorell? ¿Acaso ellos, por no vivir en la palestra de la sociedad, por no aparecer en televisión, por no ser famosos al fin, no merecen minutos de atención? ¿Acaso la muerte no es algo que nos llega a todos y no avisa? ¿Hipocresía? ¿Ganas de sentir más allá de nuestra piel? ¿Somos así o nos moldean así? ¿Miedo a la muerte? ¿O negocio de la muerte? ¿Somos reflejo de la sociedad en momentos como estos? ¿La rebelión de las masas es una simple enajenación de Ortega o en verdad existe? ¿Actuamos como borregos? ¿Por qué no apagamos la televisión y nos preocupamos por vivir?

Ya nos conocemos.

27 agosto 2007

Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda zona de tu dolor diseminado.

No volverás del fondo de las rocas,
no volverás del tiempo subterráneo,
no volverá tu voz endurecida,
no volverán tus ojos taladrados.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta
a través de la tierra juntad todos los silenciosos labios derramados
y desde el fondo, habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado.
Contadme todo, cadena a cadena, eslabón a eslabón, y paso a paso
afilad los cuchillos que guardasteis
ponedlos en mi pecho y en mi mano
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados

y dejadme llorar horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza,
dadme la lucha, el hierro, los volcanes,
apegadme los cuerpos como imanes,

acudid a mis venas y a mi boca,
hablad por mis palabras y mi sangre.

-Versos introductorios de la canción No nos moverán

25 agosto 2007

Vergüenza ajena

Si los españoles intentáramos, aunque sólo fuera una vez, ver una película extranjera con sonido original, nos daríamos cuenta de una cosa: los horrorosos doblajes que hemos sido capaces de producir y lo poco que nos preocupamos por ellos.Quimera sería, promover el aprendizaje de lenguas como el inglés, el francés, el alemán o el italiano de tal modo que fuéramos capaces de visionar filmes en versión original, no se trata de llegar a esos niveles de exigencia lingüística –aunque algunos los alcancen y los superen con creces- se trata, en fin, de captar la esencia total de lo que vemos y, qué duda cabe, el sonido en una película abarca un porcentaje importante de dicha esencia.
Digo todo esto a propósito de la película El Resplandor, cuyos doblajes son más que lamentables. Ver y oír a Jack Nicholson, más que miedo, produce vergüenza ajena.

18 agosto 2007

1984. Fragmentos.



1.- La atrajo hacia sí, de modo que quedaron de rodillas frente a frente.
- Oye, cuantos más hombres hayas tenido más te quiero yo. ¿Lo comprendes?
- Sí, perfectamente.
- Odio la pureza, odio la bondad. No quiero que exista ninguna virtud en ninguna parte. Quiero que todo el mundo esté corrompido hasta los huesos.
– Pues bien, debo irte bien, cariño. Estoy corrompida hasta los huesos.
- ¿Te gusta hacer esto? No quiero decir simplemente yo, me refiero a la cosa en sí.
– Lo adoro.

Esto era sobre todas las cosas lo que quería oír. No simplemente el amor por una persona sino el instinto animal, el simple indiferenciado deseo. Ésta era la fuerza que destruiría al Partido. La empujó contra la hierba entre las campanillas azules. Esta vez no hubo dificultad.



2.-
En cierto modo, Julia era menos susceptible que Winston a la propaganda del Partido. Una vez se refirió él a la guerra contra Eurasia y se quedó asombrado cuando ella, sin concederle importancia a la cosa, dio por cierto que no había tal guerra. Casi con toda seguridad, las bombas cohete que caían diariamente sobre Londres eran lanzadas por el mismo Gobierno de Oceanía sólo para que la gente estuviera siempre asustada. A Winston nunca se le había ocurrido esto.



3.-
¿Estáis dispuestos a dar vuestras vidas?
– Sí.
- ¿Estáis dispuestos a cometer asesinatos?
– Sí.
- ¿A cometer actos de sabotaje que puedan causar la muerte de centenares de personas inocentes?
– Sí.
- ¿A vender vuestro país a las potencias extranjeras?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos a hacer trampas, a falsificar, a hacer chantaje, a corromper a los niños, a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, a extender enfermedades venéreas... a hacer todo lo que pueda causar desmoralización y debilitar el poder del Partido?
– Sí.
– Si, por ejemplo, sirviera de algún modo a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la cara de un niño, ¿estarías dispuestos a hacerlo?
–Sí.
- ¿Estáis dispuestos a perder vuestra identidad y a vivir el resto de vuestras vidas como camareros, cargadores de puerto, etc.?
– Sí.
- ¿Estáis dispuestos a suicidaros si os lo ordenamos y en el momento en el que os lo ordenásemos?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos, los dos, a separaros y no volveros a ver nunca?
- No—
interrumpió Julia.



4.-
En un mundo en que todos trabajaran pocas horas, tuvieran bastante que comer, vivieran en casas cómodas e higiénicas, con cuarto de baño, calefacción y refrigeración, y poseyera cada uno un auto o quizás un aeroplano, habría desaparecido la forma más obvia e hiriente de desigualdad. Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en que la riqueza no, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la práctica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por si mismos; y si empezaran a reflexionar, se darían cuenta más pronto o más tarde que la minoría privilegiada no tenía derecho alguno a imponerse a los demás y acabarían barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible basándose en la pobreza y en la ignorancia.



5.- Ahora te diré la respuesta a mi pregunta. Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes e hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?



1984, de George Orwell.

16 agosto 2007

Próximo destino, Paraíso.


Cuando quedo con alguien y me toca esperar, suelo entretener mi tiempo imaginando la vida de aquellos que pasan a mi alrededor. También si tienen apariencia de ser drogadictos o alcohólicos. Es más, prefiero a los drogadictos y a los alcohólicos. La vida de un ejecutivo con traje y maletín no me llama la atención. La vida de una secretaria de oficina con escote y tacones no me atrae - hablamos de su vida -. La vida de un trabajador de la construcción con mono y manchas de pintura no me resulta interesante.
Sentado al mediodía, con visión directa de la boca de metro y acurrucado en una sombra veía pasar a J. con un aspecto degradante y sucio acompañado por S. que se había mal pintado los labios y llevaba una bolsa de mano oscura.
A C. las drogas le tenían comida los pechos, las piernas y habían arrugado su cara hasta convertirse en algo parecido a los restos de un estropajo que todos tiraríamos a la basura. Extrapolando este pensamiento y comparándolo con C., se puede decir que la sociedad ha acabado por tratarla como dicho estropajo muerto.
L. llevaba un litro de cerveza y fumaba sin emoción un cigarro de tabaco negro; se dirigía al parque del otro lado de la calle donde esperaba otro grupo de drogadictos y borrachos. Cruzó la calle de manera inconsciente haciendo frenar bruscamente a un coche cuyo conductor, lejos de recibir una comprensible disculpa, sólo obtuvo las injustificadas reprimendas de L.
Vi parar un par de vehículos en las proximidades de la boca de metro recogiendo al ganado y dándose, sigilosamente, a la fuga.
Quién sabe si alguno de esos fugitivos tenía como destino el Paraíso.

15 agosto 2007

Chico y Chica.

Chica comenzó a mirarle justo en el instante en que Chico entro en el vagón de metro. Chico llevaba una llamativa camiseta de color naranja con un párrafo –¿filosófico?- escrito en inglés. Chico disimulaba leyendo un libro pequeño y grueso mientras Chica clavaba los ojos en la camiseta de Chico. Al darse cuenta Chico de este detalle, cerró las tapas del libro y se colocó la arrugada camiseta dedicando un gesto cómplice a la mirada de Chica, a lo que ella respondió con una sonrisa vergonzosa que, de haber podido controlar sus sensaciones, jamás hubiera mostrado.Chica era morena, ojos grandes y negros. Quizás extranjera, aunque las apariencias engañan. Chico tenía que bajarse en la estación de Pueblo Nuevo. Chica no, ella continuaría en ese vagón hasta quién sabe donde.Cuando el vagón entraba en la estación, Chico se levantó con movimientos lentos del asiento y colocóse con discreción frente a la puerta de salida. El tren frenaba con desgana, pasaban las diez de la noche.
- ¿Lo has leído?
– Sí, es muy bonito...
Y en ese instante Chico pensó: Seguro que no tanto como tú.