Más allá de las palabras

31 julio 2007

Mirada

Su mirada me recuerda a la del protagonista de La Naranja Mecánica (obra cinematográfica incomprendida e idolatrada a partes iguales) durante los primeros segundos de quietud escénica. Kubrick aleja la cámara con un movimiento magistralmente lento, abriendo plano y mostrando lo que rodea a esos ojos; uno de ellos decorado con una extravagante pestaña artificial.


Su mirada me recuerda al cianuro potásico que alivió a Ramón Sampedro de treinta años de agonía. Un veneno que no fue tal, sino la mejor medicina que podía recibir quien jamás quiso estar vivo sintiéndose muerto.


Su mirada me recuerda al instante único que Robert Capa logra captar, cuando una bala atraviesa el pecho de un miliciano republicano en Cerro Muriano. Federico Borrell García se llamaba. También es el misterio y la leyenda de quienes no quieren creer lo que ven sus ojos.




Su mirada me recuerda a un sueño que nunca tuvo final.

24 julio 2007

Dos años

DUBLÍN
Hoy, día veinticuatro de Julio de dos mil siete, a las seis de la tarde aproximadamente, se han cumplido dos años del fin de mi viaje a Dublín. Aun así, lo recuerdo como si todavía lo estuviera viviendo; como si Dios hubiera apretado el botón de pausa de su mando a distancia que controla nuestras vidas y todo se hubiera quedado anclado en aquellas tres semanas del verano de dos mil cinco. Una lástima que no exista tal mando a distancia y una lástima, también, que no exista tal Dios con tales poderes sobre el tiempo.
Cuando subí, solo, al avión aquí en Madrid no podía imaginarme cuan importante serían los días que estaban por llegar y mucho menos podía sospechar que todo aquello me cambiaría, si no por completo, sí en gran medida; tanto que puedo afirmar que mi vida sin ese viaje tendría menos sentido del que ahora tiene.
El hecho es que todo ello ya pasó, porque siendo honestos con nosotros mismos, todo lo que surca nuestros pensamientos tiene su base en el pasado, en ideas, sucesos, sensaciones o personas añejas. Motivo éste que no puede negar que aquello que nació equis años atrás puede seguir vivo en la actualidad, sirva como ejemplo la experiencia de este viaje, que me enseñó lecciones (pasado) que podré tener en cuenta toda la vida (presente y futuro), que también me hizo sentir, por primera vez, responsable único de mi vida; sin una mano familiar o conocida que estuviera a mi lado, y gracias al cual, sin embargo, pude entender por primera vez lo que significa verdaderamente la amistad. Porque yo fui solo.
Llegué a un país extranjero, con un conocimiento nulo sobre las personas que habrían de rodearme, con una sensación de indefensión que, contra lo que pueda parecer, me provocaba una excitación extraña; el saber que por primera vez era dueño de una libertad que no había podido ejercer durante quince años me daba esa dosis de inhibición que tanto necesitaba para integrarme en un grupo de personas con las que sólo compartiría tres semanas, pero que durante esos veintiún días podrían convertirse en mi mejor sueño o mi peor pesadilla. Qué satisfacción comprobar, que la balanza cayó de inmediato hacia esa primera opción. Aunque, usando un símil gastronómico muy castellano, cuando mezclas unas buenas patatas, unos buenos huevos, una buena cebolla y un buen aceite, la tortilla, se quiera o no, será un éxito. Lo mismo ocurrió en Dublín.


MARTA
Pero hoy, día veinticuatro de Julio de dos mil siete también se cumplían dos años del final de la experiencia más cercana al misticismo que jamás haya tenido, y que quizá, tenga jamás. Cuando escribo la palabra misticismo no me dejo llevar a la vertiente religiosa del término – que lógica e indudablemente la tiene – sino al lugar más terrenal posible, porque, al menos para los que no somos creyentes, el mayor amor no lo hallamos en el cielo sino en nuestros iguales que habitan la Tierra.
Sin embargo mi misticismo hacia Marta esta justificado pues durante varios meses después de nuestra inevitable separación, no pude hacer otra cosa más que hacerla ascender a unos altares divinos que sólo existían en mi torpe imaginación.
Si endiosarla fue un fallo, me temo que podría estar repitiéndolo eternamente sin atisbo de cansancio. No existen palabras que puedan acercarse siquiera al sentimiento de ser esclavo de quien, sin saberlo, se había convertido en el eje fundamental de mi vida. Quizás fuera eso precisamente, el hecho de haber estado amando en clandestinidad lo que dejó una huella a fuego en ese lugar donde se consumen los amores esporádicos y quedan guardados para siempre los platónicos. Sí, hablo de ese extraño sitio llamado corazón.

-Borja, 24 de Julio de 2007

17 julio 2007

Trainspotting

Choose life. Choose a job. Choose a career. Choose a family. Choose a fucking big television. Choose washing machines, cars, compact disc players and electrical tin openers... choose DSY and wondering who the fuck you are on a sunday morning. Choose sitting on that couch waiting mind-numbing, spirit crushing game shows, stuffing junk food into your mouth. Choose rotting away at the end of it all, pishing your last in a miserable home, nothing more than an embarrassment to the selfish, fucked up brats you spawned to replace yourself, choose your future. Choose life... But why would I want to do a thing like that?

Gracias potato.

-Borja

13 julio 2007

Fragmentos de "Historia del Cerco de Lisboa"

Fragmento número uno:

... o supongamos que un hombre le pregunta a una mujer, Me quieres, y ella se calla, mirándolo solamente, esfíngica y distante, negándose a decir el No que lo destrozará, o el Sí que los destrozaría, concluyamos, pues, que el mundo iría mucho mejor si cada uno se contentase con lo que va diciendo, sin esperar a que le respondiesen, y, aún más, sin pedirlo ni desearlo.

Fragmento número dos:


... parecen encaminarnos a la realización de los dorados sueños de la anarquía, es decir, aquella edad apetecida en la que podrá cada quien hacer lo que le dé la real gana, con la única condición, elemental, de no herir o limitar la real gana de sus prójimos.

Fragmento número tres:

... Cómo pude ser tan estúpido, y no sabemos responder, probablemente porque habría que ser muy inteligente para conseguir explicar la estupidez...


HISTORIA DEL CERCO DE LISBOA, DE JOSÉ SARAMAGO.

Borja

11 julio 2007

¡Bésame!

· Cuando te vi descender del vagón no supe como reaccionar. Pensaba que hasta Septiembre no tendría la oportunidad de volverte a ver y ya ves, sin querer nosotros pero queriendo la casualidad, nos tocó compartir aquel instante. Te repito que no sabía como reaccionar.
· Podrías haber sonreído nada más adivinar mi mirada entre aquella masa de gente ¿no crees?
· Quién sabe como te habrías tomado aquella hipotética sonrisa.
· Cómo lo único que es, la representación formal de una alegría escondida.
· Una sonrisa puede tener tantos significados como interpretaciones quieras darles.
· Bien, entonces dime, ¿qué significado tienen tus sonrisas cuando tus ojos se quedan clavados en los míos?
· Olvidé decirte que existen sonrisas vacías.
· Lo sé, pero estoy segura que no es este el caso.
· No.
· Entonces, ¿qué mensaje habrías ocultado si me hubieras sonreído cuando bajaba del metro?
· No oculto mis mensajes, los dejo fluir pero son invisibles. No puedes verlos.
· Me subestimas; no puedo verlos pero quizás pueda sentirlos.
· ¿Los sientes?
· Sí.

· ¿Los entiendes?
· Precisamente ahora mismo estaba descifrando uno de ellos.

· ¿Cuál?
· La sonrisa que se está dibujando en tu rostro.
· ¿Y qué crees que significa?
· Que te mueres de ganas por besarme.
· Parece que mis mensajes han dejado de ser invisibles.
· Déjate de palabras y bésame antes de que me arrepienta.


-BORJA

09 julio 2007

Nostálgicos del Trono y del Altar

La lectura del reciente Foro de Debate de El Mundo en torno a la figura del cardenal-arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, me llenó de estupor. Tras dar la bienvenida al ilustre prelado, el director del diario madrileño le pidió disculpas por haber podido ofender a la Iglesia con motivo de una entrevista publicada en sus páginas con el escritor Álvaro Pombo, en el que éste zahería su beligerancia antilaica y su anatema contra el matrimonio homosexual. El homenaje de pleitesía a quien mejor encarna posiciones que en otros tiempos eran denominadas ultramontanas y que hoy lo son de integristas tiene al menos el mérito de dejar las cosas claras: para algunos la sociedad española, liberada al fin de siglos de tutela eclesiástica, debería someterse de nuevo a los preceptos y prerrogativas que la actual jerarquía religiosa añora y reclama en su peculiar guerra santa contra el "laicismo radical" y la, en verdad inocua, asignatura de Educación para la Ciudadanía, en la que "Dios no cuenta" y "la dimensión trascendente del ser humano queda reducida a la esfera de lo privado".
¿Disculpas? ¿Cabe excusarse con una institución que jamás lo ha hecho por los crímenes y brutalidades que jalonan su larga y poco piadosa historia? ¿Se ha disculpado la Iglesia por los tormentos y hogueras del Santo Oficio que acabaron con la vida de decenas de millares de españoles, acusados de judaizantes, luteranos, sodomitas, hechiceros y una larga lista de herejías reales o supuestas? ¿Por la condena de quienes se arriesgaron a pensar por su cuenta y a vivir de acuerdo con su naturaleza y creencias? ¿Por su reiterada excomunión de liberales, masones, republicanos, comunistas, etcétera, desde el absolutismo fernandino hasta hace unas cuantas décadas? ¿Por su intervención directa en las guerras civiles del XIX que frenaron la modernización de España y por su vergonzoso apoyo al pronunciamiento militar contra la República, calificada nada menos que de Cruzada en la Carta Colectiva del Episcopado de 1937? ¿Por el exterminio planificado de "los rojos" por ese mismo dictador católico a quien recibían bajo palio en sus tiempos y que acuñaba con su asenso las famosas monedas de "Caudillo de España por la Gracia de Dios"?
El actual e imparable proceso de apertura de la sociedad hispana eriza los cabellos de nuestros santos tonsurados. Sus iglesias se vacían, un creciente número de jóvenes se proclaman agnósticos y, pese a las apariciones carismáticas de los dos últimos Pontífices y la espectacular mercadotecnia a su servicio, la grey se aleja de ellos y no atiende a sus diatribas contra el funesto radicalismo que "niega la libertad religiosa". Podrían dar un ejemplo de humildad y de espíritu evangélico, pero no lo dan. Llenan sus arcas con el dinero del Estado, esto es, del bolsillo del contribuyente, ya sea católico o no, y no obstante de eso sueñan en el retorno a la alianza del Trono y el Altar. Presiden bodas principescas y de celebridades del orden de la hija del ex presidente Aznar en El Escorial, mientras privan de la facultad de decir misa a quienes se inspiran en las enseñanzas de Jesús de Nazaret en la medida en que su ejemplo pone al descubierto el fariseísmo propio y el afán de acumular poder y más poder.
Las leyes adoptadas en la actual legislatura responden a las realidades del cambio social y a las expectativas de la gran mayoría de españoles que les da la espalda. La simplificación de los procedimientos para abortar, la legalización del divorcio, la ley de parejas de hecho y el matrimonio homosexual no son los cuatro jinetes del Apocalipsis que amenazan, según ellos, los fundamentos de la sociedad. Quiebran tan sólo la sujeción de la conciencia de los fieles a los mandamientos de la Iglesia de Roma a través del confesonario y de la imposición de preceptos de imposible cumplimiento, como pueden ser el celibato de los clérigos y la castidad de los jóvenes. ¡No importa que el anatema contra los anticonceptivos condene a millones de africanos a una muerte lenta, víctimas del "monstruo de las dos sílabas", si sus sufrimientos en este bajo mundo le redimen de sus pecados (o de los de sus padres) y facilitan su acceso a la gloria eterna en el Más Allá!
Las tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones no concierne por ahora a nuestros dómines. La Iglesia de Roma no busca la confrontación con el islam: secretamente, lo admira y envidia. ¿Cómo se las arregla para mantener la fe de sus fieles y para congregarlos en sus templos en tanto que los suyos cierran por falta de público y las ovejas de su antiguo rebaño se entregan al hedonismo más descarado? El culpable es el laicismo, ese laicismo que permite vivir a cada cual conforme a su conciencia.
El proselitismo expansivo de las iglesias evangélicas en Iberoamérica, con la consiguiente deserción de una parte de la propia grey, agrava su angustia y dispara todas las alarmas. ¿Por qué las otras creencias se robustecen y la suya amengua? Y, en vez de proceder a un examen de su vida y conducta y a corregir su muy poco cristiana ostentación de riqueza, nuestros obispos vuelven la mirada hacia atrás. A la bendita época de Fernando VII y del generalísimo Franco, a esos centenares de mártires beatificados por Juan Pablo II en Valencia, a quienes el actual arzobispo de la ciudad, Agustín García-Gasco, quiere erigir un templo a imitación del excavado en el Valle de los Caídos. Pues, al tiempo que truenan contra la Ley de Recuperación de la Memoria Histórica de las víctimas de Franco, se aferran al recuerdo de las persecuciones religiosas evocadas machaconamente durante 40 años por los servicios de propaganda del Régimen y cuyo testimonio se perpetuaba (y a veces se perpetúa aún) en las lápidas que ornaban (u ornan) las fachadas de sus templos.
Lo que aprendieron duramente los españoles de derechas o de izquierdas tras 150 años de guerras civiles -acabar de una vez por todas con los hechos, situaciones y doctrinas que las provocaron- choca frontalmente con el programa de Rouco, Cañizares y de los portavoces de la cadena episcopal. Si no hay clima de guerra civil, habrá que inventarlo. España agoniza, vuelven los tiempos en los que será necesario defender los principios que sustentan con peligro de sus personas (y de las de los demás). Tales dislates, repetidos a diario, no responden, para desdicha suya, a realidad alguna. Los españoles nunca han vivido tan bien como hoy, aunque quizá el porcentaje de quienes salvan su alma haya descendido un tanto desde los tiempos felices de Arias-Salgado. La tolerancia y el respeto a la libre conciencia de los ciudadanos no matan a nadie. Son los fanáticos e intolerantes de toda laya quienes manchan sus manos de sangre. Menos de la suya, claro, que de la de los demás.

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ARTÍCULO PUBLICADO EN EL PAÍS EL DÍA 9 DE JULIO DE 2007.
JUAN GOYTISOLO, ESCRITOR.