Más allá de las palabras

27 abril 2006

Amores imposibles, los más dolorosos.

Se llamaba Jenna y era estadounidense. Apenas nada más pude saber de ella.
Había venido a España desde un pequeño pueblo cercano a Boston junto con otros estudiantes americanos y se alojó durante sus dos semanas de estancia aquí, en casa de una de mis compañeras con la que hace año y medio que ya no comparto clase.

Jenna había visitado algunos museos madrileños, varias ciudades castellanas como Ávila y Segovia, alguna andaluza con vestigios árabes como Granada y una ciudad en la que conviven tradiciones cristianas con recuerdos musulmanes y huellas judías. Una ciudad llamada Toledo.

Los rasgos de Jenna no eran los comunes que caracterizaban al resto de visitantes americanos. Ellos eran rubios en su mayoría, de piel pálida en general y con raíces que bien podrían asemejarse a algunos antepasados irlandeses.
Ella no. Jenna era morena, sus cabellos negros, como su cautivadora mirada. Su sonrisa (que nunca conseguía borrar de su rostro) era la más bella que jamás haya visto. El hecho de poder oírla hablar lo consideré como un privilegio divino. Su voz era dulce y a la vez, veneno puro. Entraba en mis oídos y me atrapaba, me inmovilizaba y me impedía volver en mí.
Cuando la belleza se mezcla con la simpatía y los deseos pasan a ser quimeras, es cuando la realidad entra en lucha con los sueños.

Es una lástima que tan solo pudiera compartir con ella unas pocas horas antes del regreso a su país. Aunque en frío, reflexionando, creo que es mejor no haberla conocido más, porque de haberlo hecho, posiblemente aún estaría llorando su marcha y me sentiría como el hombre más insignificante y desgraciado del mundo.
Cada instante que pasaba del día 26 de Abril era un momento más junto a ella pero al mismo tiempo, también un momento menos.

"Todo acaba en esta vida". Ese es el tópico más utilizado por todos aquellos que buscan consuelo cuando sienten que han perdido algo. Quizá pudiera usarlo en mi caso, pero no lo haré puesto que nada he perdido, ya que nada gané.
Toledo fue la última parada hispana de Jenna. Su última visita, sus últimas horas en España. Puede que también de ahí se deriven sus últimos recuerdos y ojalá yo pueda tener la inmensa fortuna de vivir por siempre en alguno de ellos.

Realmente no sé si me enamoré de ella o si solo fue una atracción incontrolable lo que sentí. Los hubo que me intentaron convencer de esto último:
· "Uno no se puede enamorar de alguien a quién acaba de conocer", ¿De donde vienen pues, los llamados flechazos?
· "Seguro que eso solo fue atracción física y no sentimental" ¿Acaso lo primero no lleva a lo segundo?
· "Jenna es imposible, jamás conseguirás nada puesto que ella seguirá con su vida a más de tres mil kilómetros de aquí y tu no tendrás más remedio que seguir con la tuya, te cueste lo que te cueste y te haga el daño que te haga..." ¿Por qué lo que queremos que sea más fácil, siempre se convierte en lo más complicado?

Es un amor imposible, es el más doloroso que uno puede llegar a tener. Es el que más profundo llega, el que más te atrapa en menos tiempo, el que más anclado a ti piensas que está cuando en realidad es el más errante y fugitivo de todos, aquél amor traicionero que te coloca la miel en los en la punta de la lengua, te hace saborearla, y cuando crees que ya la tienes entre la comisura de tus labios y que nunca la perderás, el tiempo te la arrebata sin compasión.

Si Jenna no hubiera aparecido en mi vida, no habría tenido la oportunidad de vivir esta experiencia y tampoco la podría haber descrito. Ella ha conseguido hacerme un poco más maduro, ha añadido un grano de arena más en el desierto de mi existencia, y ha conseguido hacerme ver que el sufrir ayuda a crecer.
Por todo ello, y aunque tenga que resignarme a no volver a verla nunca más, Gracias Jenna.

-el llanero solitario

23 abril 2006

Simple y llanamente


Hoy es 23 de Abril. Hace aproximadamente 16 años que mi cabeza asomó y mis ojos se vieron deslumbrados por toda la luz que irradiaba el mundo al que estaba a punto de llegar. Era un Lunes. Mediodía. Pimer año de la década de los 90. Apenas había terminado de caer el Muro de Berlín y de él, y de su generación, nacimos cientos de miles de niños, que actualmente vagamos entre incertidumbre e ilusión por lo que nos depara el futuro.

Cumplir un año más no es nada significativo. Al menos desde mi punto de vista. Recibes llamadas de todos los lugares imaginables y en ocasiones inimaginables, tienes que dar más besos y forzar más sonrisas de las acostumbradas en el día al día, tu carácter se debe dulcificar y has de ser amable con todos...Costumbres que nunca se perderán, pero al fin y al cabo solo eso, costumbres.

Algun día os tendre que hablar de las costumbres, pero esta entrada simplemente era para recordar lo mucho que creemos (o nos hacen creer) ser y lo poco que somos en realidad. Era simple y llanamente eso.

-el llanero solitario

21 abril 2006

Encantado de haberme conocido


Borja. Este es mi nombre. Quizás si hubiera podido elegir algún otro lo hubiera hecho, pero ahora estoy conforme de lo que mis padres decidieron sobre mí. Lo hicieron, según me han contado, para no caer en la banalidad de lo común y lo común en 1990 no era Borja, sino David, Daniel. José, Alejandro o Jorge.
Bonitos nombres todos ellos, pero hoy por hoy no los cambiaría por el que tanto cariño he cogido.

Tras casi 16 años de haber estado recorriendo caminos sin un sentido marcado claro, se podría decir que poco a poco, voy encontrando la vocación, o la vocación me va encontrando a mí. El orden de los factores no altera el producto, o al menos eso dicen aquellos que manejan los números, o que creen manejarlos.

Si escribo, no es porque para mí sea un pasatiempo más, sino porque creo que las cosas que uno piensa han de ser trasformadas en palabras y éstas tienen que quedar plasmadas en un lugar que no sea el recuerdo, puesto que todo se olvida, queramos o no queramos. Por eso el recuerdo no es un lugar seguro para guardar tesoros, y las frases, vivencias, experiencias y opiniones de cada uno, son tesoros y todos ellos muy valiosos.
Escribir no es más que eso; ser capaz de trasmitir sentimientos y sensaciones.

Nunca escribía. Ni siquiera cuando sabía que podía y debía hacerlo. Jamás sentí la necesidad de contar lo que a otros pudiera interesar, simplemente, porque a esos "otros", ni me los imaginaba.

Nunca creía en mí mismo, ni en la capacidad que muchos osaban otorgarme para este arte, el de escribir. Un arte en triste peligro de extinción hoy en día, en este mundo con problemas más importantes por resolver, que los propios problemas humanos.

Nunca he sido escritor y espero no serlo jamás. El hecho de reducir la minúscula contribución al mundo en el que uno vive, a una porción más insignificante aún (como lo es el hecho de un solo empeño), es matar toda ansia de saber y conocimiento que uno puede llegar a tener.


No hace ni siquiera un año (y hoy es 21 de Abril) que por una casualidad de eso que llamamos destino, una buena combinación de los factores que influyen en la suerte o quién sabe qué, conocí a lo único que desde entonces se puede calificar como mi verdadero motor vital. Eso que silenciosa pero efectivamente mantiene tu respiración, activa la sinapsis de tus neuronas, incita la segregación de hiel por parte de tu hígado, motiva el movimiento de los huesos de tu cuerpo o induce los latidos de tu corazón. Todo aquello que hace que sigamos viviendo en este, nuestro maravilloso y tan asqueroso mundo.

No le puedo poner nombre a ese motor vital, aunque no dudéis que lo tiene. Tampoco le puedo poner belleza, ni simpatía, ni ojos qué a cualquiera volverían loco, ni dulce carácter, ni voz suave y enamoradiza, ni preciosos rasgos agitanados en su rostro... no se los puedo poner, aunque no dudéis que los tiene.

Seguramente, mas de una vez os habréis preguntado qué ocurriría si consiguiéramos detener el tiempo. Cuántas personas lo querrían, cuántos malos momentos serían borrados y cuántos bellos recuerdos no se perderían en el cruel olvido del que todo somos, queramos o no, presa en algún momento.

Yo hace tiempo que ya lo hubiera parado, pero de haberlo hecho me habría condenado a mí mismo a no avanzar, a no ponerme objetivos cada vez más inalcanzables, barreras que superar, cada vez a mayor altura.
Por eso procuraré que, a pesar de todo lo que me vaya rodeando y atrapando a lo largo de mi vida, Ella y todo lo que representó en su día para mí, tenga siempre un sitio privilegiado en el único lugar en el que yo tenga la certeza absoluta de que podré encontrarla si la busco.

He de ser sincero. Jamás pensé que pudiera encontrar algo que dejara tanta huella en mí. Como cualquier persona, tuve amores. Unos fueron superficiales, otros más profundos. Unos quisieron conquistarme y después clavarme su aguijón envenenado, otros solo quisieron clavarme el aguijón. Hubo algunos inconfesables y los hubo pasajeros, momentáneos, dolorosos, inaccesibles, inadecuados, incondicionales y condicionados, ingeniosos e ingeniados, inequívocos y puede que equivocados...

Pero el que sentí por Ella tiene una cualidad que lo hace diferente a cualquier otro: Inmortal
Todos los demás fueron y pasarán. El suyo fue, es, será y nunca morirá.

-el llanero solitario